El tiempo, el cambio de hora y la vida

Hace unos días participábamos en una comida organizada por la Asociación de Mujeres Empresarias y Directivas de Pozuelo de Alarcón (AMEP) de la que formamos parte y tuvimos la ocasión de compartir un interesante debate con Ángel Largo, miembro de la junta directiva de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios en España (ARHOE) sobre el tiempo, el del reloj y el de la vida.

Sentados a la mesa, hablamos de temas tan importantes y tan en boga como la corresponsabilidad, el paso anterior a la conciliación y de la que poco se habla y poco espacio ocupa en la educación y en la agenda política. Quizá será este el punto de partida para alcanzar la igualdad real de tareas y desterrar la carga mental que tienen las mujeres convertida en un pájaro carpintero.

La realidad es que si, finalmente como parece, España cambia su horario porque no tiene ningún impacto importante frente al ahorro de energía, lo más probable es que nos quedemos con el horario de invierno que, aparentemente, sienta mejor a nuestro cuerpo, que de eso se trata, también de la salud.

El cambio de hora no puede venir solo, ha de venir con una racionalización de horarios que acompase a todos los países europeos de nuestro entorno. Ángel Largo contó que España duerme una hora menos que el resto de los europeos y que las jornadas interminables de trabajo se deben a un reflejo del pluriempleo al que se habían acostumbrado generaciones anteriores y que ya no existe.

En todo esto, se puede volver al punto de partida de esta reflexión que es la corresponsabilidad, la conciliación, los hijos.

Este jueves 4 de octubre conocíamos la noticia de la muerte accidental de un bebé que se había quedado olvidado en el coche porque el papá en lugar de llevarlo a la guardería, se había despistado y se había ido directamente al trabajo. Una noticia que deja la piel de gallina y hace que entren ganas de llorar.

La psicóloga María Jesús Álava, escritora de libros tan famosos como la Inutilidad del Sufrimiento, afirmaba que “la culpa no es del padre, sino del angustioso estilo de vida que llevamos”. Y estamos de acuerdo. Sin ánimos de ser pesimistas, si no se produce un cambio transversal con el cambio de hora del reloj, fracasaremos como sociedad.

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