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Sobre Brisa

Brisa, Proyecto de Comunicación Social y Medioambiental se dibujó en 2014. En 2015 tomó fuerza y se lanzó impulsado por un gran compromiso con el entorno, los recursos finitos y la sociedad. Somos expertos en las áreas en las que trabajamos, teniendo un gran conocimiento del sector. Queremos acompañaros para contar vuestras historias y cómo contribuís con vuestra labor también a mejorar el mundo en el que vivimos.

 

Áreas

Animados por nuestra vocación social y medioambiental, trabajamos en áreas específicas que, de alguna manera, contribuyen a hacer de este mundo un lugar mejor en el que vivir, generando compromiso con nuestro entorno.

Medio ambiente

AGROALIMENTACIÓN

Del campo a la mesa, o lo que es lo mismo, seguimos toda la trazabilidad de lo que encontramos en nuestras despensas, contando desde su producción, con agricultores y ganaderos, hasta su puesta venta. Abogamos por el despilfarro cero.

Movilidad sostenible y urbana

MOVILIDAD SOSTENIBLE Y URBANA

La calidad del aire y la contaminación en las ciudades, por fin, ocupa la agenda política y social. Contamos con una sólida experiencia en la divulgación de buenas prácticas en movilidad que generan cambios en la sociedad y las ciudades, más amables, priorizando las personas.

SMART CITY e IOT

Desde hace algunos años, la tecnología se ha puesto al servicio de la sociedad y las ciudades, cambiando nuestra forma de vivir. La inteligencia está ligada al compromiso y la responsabilidad con los recursos. Nosotros lo contamos.

Energías Renovables y eficiencia energética

ENERGÍAS RENOVABLES Y EFICIENCIA ENERGÉTICA

La dependencia energética, las toneladas de CO2 a la atmósfera y la pobreza energética hacen que resulte inevitable defender las energías renovables, fuertes generadoras de empleo y responsables con el medio ambiente. Llevamos años contando sus bondades.

MEDIO AMBIENTE 

El mayor reto al que se enfrenta la humanidad es el cambio climático y sus consecuencias, que inundan todas las esferas de la vida, desde la producción de los alimentos. Es fundamental construir historias, contarlas y fomentar la conciencia medioambiental.

Responsabilidad Social y Cultura

RESPONSABILIDAD SOCIAL Y CULTURAL

Entendemos la responsabilidad social como un compromiso que todos tenemos con lo que sucede a nuestro alrededor, pudiendo ser capaces de mejorar lo que está mal. Ofrecemos nuestros servicios para ONGS, fundaciones y asociaciones que se ocupan de lo social.

Servicios

Gabinete de prensa

Redacción y lanzamiento de Notas de Prensa
Redacción y gestión de artículos
Gestión de entrevistas
Asistencia a medios y relaciones públicas

Lanzamiento de Proyectos

Elaboración de plan de marketing
Elaboración de plan de comunicación
Puesta en marcha
Evaluación y seguimiento

Redes Sociales

Diseño de estrategia en redes sociales
Propuesta de contenido
Dinamización
Seguimiento y medición

Organización de eventos

Propuestas personalizadas
Logística relacionada con el evento
Asistencia y coordinación
Cobertura mediática

Clientes y colaboraciones

Cómo mejorar la comunicación en…

A lo largo del día recibimos una
multitud de boletines y alertas de los sectores en los que trabajamos a partir
de los cuales elaboramos un dossier de noticias de interés para el cliente. Nos
es útil porque solemos estar al día de lo que ocurre y esto es importante para
poder generar nuevas oportunidades, propuestas y ver los huecos libres que queden.

Muy frecuentemente nos
encontramos con artículos que rezan: “¿Cómo mejorar la comunicación en _______
(a completar por el sector o el tema de turno)?” Los leemos. Hay ciertos tips que nunca deben fallar en una estrategia de comunicación y que
deben ser la base.
La cosa se complica si es un tema que requiere un cambio
de mentalidad y concepción por parte de la sociedad.

Valga de ejemplo: “los
agricultores derrochan el agua”. ¿Cómo se cambia esto? Aquí creemos que hay
varios problemas. El primero, entender a los agricultores como algo ajeno y
lejano a nosotros. ¿Acaso no nos
alimentamos cada día? Las frutas y las hortalizas no crecen en los lineales de
Mercadona o Carrefour, como muchas personas deben pensar
. El segundo
problema es que quien piensa eso lo piensa con un claro convencimiento y
cualquier cosa que se le diga o explique no le hará cambiar de opinión, es más,
buscará siempre reafirmar su teoría en
cualquier discurso y lo tomará por válido
. Este problema es grave ya que
está dejando entrever que la sociedad
cada vez quiere escuchar menos y cada vez más quiere tener razón.

Demonizar a un sector que trabaja
siempre con requisitos medioambientales más altos logrando una mayor eficiencia
(demostrable) en el uso de los recursos hídricos en los últimos años, no sólo
es injusto, sino infantil.

Cuando llegó el confinamiento y
los agricultores abandonaron sus manifestaciones, cogieron sus tractores y se
pusieron a desinfectar las calles de sus pueblos. Entonces esa lejanía ya no
era tal porque eran esenciales y la sociedad los entendía como así. Con el
pasar del tiempo, de los aplausos a las 20h, las caceroladas a las 21h y la
nueva normalidad, la sociedad olvidó y, como un resorte, volvió a lo de
siempre.

¿Y qué se puede hacer para
cambiar esa concepción? Una vez elaborado el diagnóstico de lo que está
ocurriendo – en este caso los dos problemas identificados – seguir comunicando de forma constante con
hechos, cifras, estudios y a través de los canales que se puedan
, tanto
sobre el uso responsable de los recursos, como sobre la propia figura del
agricultor, poniéndola en valor.

Esto se puede conseguir desde el
tradicional gabinete de prensa pasando por redes sociales y otras estrategias
cualitativas, quizá con personajes influyentes, pero siempre pulsando el público objetivo, su reacción y su sentir.

La comunicación, para que así
sea, ha de ser bidireccional y hay muchas veces que esa parte se olvida, a
pesar de que cada vez existen más herramientas de escucha activa que pueden dar
un cierto feedback.

A seguir.

La conciliación no existe, son los padres

La conciliación no existe, son los padres. Y a veces ni siquiera son los padres porque no consiguen llegar a todo.

Ahora que ya huele a verano, que el calor empieza a darnos las noches y las mañanas, que el fin de curso está a la vuelta de la esquina, muchos niños y niñas terminan el colegio y, ante ellos, casi tres meses de vacaciones.

Se lo merecen. Durante todo el año, con mayor o menor rigurosidad, han venido cumpliendo con sus obligaciones, con las obligaciones que pueden tener un niño o una niña de 7, 11 o 13 años.

La felicidad de los pequeños está contrapuesta a los quebraderos de cabeza que supone para los padres el hecho de que, desde finales de junio hasta mitad de septiembre, no haya colegio.

A veces, los abuelos, los que llevan trabajando toda una vida y disfrutando ya de su jubilación, toman el relevo. Pero, ¿qué hay de quiénes no tengan los abuelos en la misma ciudad? O mejor dicho, ¿por qué hay que apoyarse en la red familiar durante la friolera de casi tres meses cuando al Gobierno se le llena la boca al hablar de conciliación familiar?

Los colegios públicos cierran a calicanto en verano y no ofrecen ninguna otra alternativa, al menos muchos de ellos. La realidad es que es equivocado también pensar en ello como un lugar donde aparcar al niño o la niña mientras se trabaja, pero es que se debe trabajar y por muchos planes que existan en las empresas ninguno llega a cubrir ese vacío de tres meses.

En esta legislatura se recuperó el Ministerio de Igualdad y, a nuestro modo de ver, sería el responsable de buscar una solución para que la conciliación sea una realidad, que los cuidados no recaigan sólo en una persona y que se involucre a toda la sociedad en la tarea y conseguir que la conciliación no sea sólo algo que suena bien.

Quizá el coronavirus con el trabajo haya enseñado un poco más, pero no es justo que haya debido llegar una pandemia mundial para poner los puntos sobre las íes.

Lejos quedaron los veranos de los 80 y los 90, cuando muchas madres no trabajaban y no había ningún problema. Ahora, en su mayoría, sí lo hacen, y, a menudo, haciendo malabares por el camino.

Deberíamos dejarnos de palabrerías y tomar cantar en el asunto. Si la realidad termina en el lenguaje, en este caso, es al revés. La palabra conciliación está totalmente hueca o no tiene el significado con el que había nacido.

El cambio climático y la movilidad, de plena actualidad

Ayer se aprobó la primera Ley de Cambio Climático en España. Como siempre que se aprueba algo en el Congreso, no llueve a gusto de todos. Algunos partidos dijeron que esta ley llegaba tarde, que era poco ambiciosa y descafeinada. Otros, simplemente, no creen en el cambio climático como si no hubiese dado ya signos de su existencia.

Lo cierto es que pone las bases de una hoja de ruta hacia la descarbonización que está vinculada tanto al PNIEC como a los planes que hay nivel europeo y mundial. Que sea ambicioso o no, el tiempo lo dirá, según se vayan logrando objetivos y revisando las actuaciones.

La Agenda 2030, aunque pareciese que con el coronavirus hubiese pasado a un segundo plano, está más de actualidad que nunca. Y es que el COVID ha sacudido todo tan fuerte que no nos podemos dormir en los laurales, ni a nivel político, ni a nivel social.

Por otro parte, el medio ambiente y la calidad del aire también han sido noticia a principios de esta semana por varios motivos relacionados con la movilidad. Por un lado, la entrada en vigor de los nuevos límites de velocidad para hacer las ciudades más seguras y, por otro lado, la noticia de que Madrid Central se tumbaba. Lo curioso es que estos dos temas llegaban el mismo día, algo que sólo hace ver lo paradójico de la situación.

La movilidad sostenible no debería ser patrimonio de un partido o de otro, ya que la calidad del aire debería estar por encima de cualquier ideología. Queda ver qué sucederá con Madrid Central, ya que la ley de cambio climático prevé que en las ciudades existan zonas de bajas emisiones, para respirar bien y también en una suerte de recuperación del espacio por parte de la ciudadanía.

 De momento los compromisos adquiridos como estado están ahí. Hay que ponerse a trabajar cuanto antes, a nivel de políticas, pero también a nivel empresarial y social, porque la responsabilidad frente al cambio climático se debe entender como compartida para que pueda tener éxito.

Libertad en tiempos de pandemia

La palabra libertad, a estas alturas del partido, está tan manida que su significado se ha vaciado y sólo es un conjunto de tres sílabas que se pasea como excusa ante cualquier comportamiento, sea cual sea.

Ayer escuchábamos las palabras de Carles Francino antes de empezar el programa y se nos ponían los pelos de punta.

A veces una se pregunta cómo hemos llegado a esta situación. No a la pandemia en sí, sino a esa falta de respeto por los demás, a esa falta de concienciación.

La vacunación avanza a buen ritmo y no merece la pena tirar todo por la borda y retroceder al punto de partida, donde ya hemos estado y a donde tenemos la seguridad de que no queremos volver.

El ansia por intentar tener la vida como la entendíamos, a veces, es tan grande que ciega e impide ver las consecuencias de ciertos comportamientos. No sólo en aquellas personas que salieron el fin de semana como si España hubiese ganado el mundial sin mascarilla y sin respetar las distancias de seguridad, sino también otras que deciden hacer lo que les apetece con excusas que sólo les sirven a ellas.

Como la libertad, también los muertos se han vaciado, han perdido a sus familiares otra vez regenerándose en una cifra de titular de periódico que si superan el umbral de 150 nos parecen mucho y si es inferior nos parecen pocos.

Y todo está relacionado. Es el aleteo de la mariposa constante y, tras más de un año, deberíamos haberlo ya entendido como sociedad.

Son muchos los filósofos que han hablado de libertad, desde Aristóteles hasta Karl Marx y, aunque el concepto y los matices han variado, la libertad en sociedad se tiene que ejercer de una manera medida para no rozar la anarquía.

Podríamos hacer un repaso de definiciones de libertad, pero el otro día nos topamos con esta de Nelson Mandela que nos pareció bastante adecuada para la situación: “ser libre no es solamente desamarrarse las propias cadenas, sino vivir en una forma que respete y mejore la libertad de los demás»

¿Seremos capaces de vivir en esa libertad que se convierte en una responsabilidad colectiva?

“El aceite de oliva lo llevamos en la piel”

‘El aceite de oliva lo llevamos en la piel’ este es el claim de la campaña que ha realizado UPA Granada para fomentar el consumo de aceite de oliva en las personas más jóvenes.

A pocos días de la celebración del 8 de marzo parece, cuando menos, imprudente sacar una campaña en la que se ve una mujer desnuda para fomentar el consumo de nuestro oro líquido. Una mujer desnuda como reclamo que lleva tatuadas unas aceitunas en el hombro. También hay que decir que contempla también una versión masculina, eso sí.

En cualquier caso, el debate está servido, como era de esperar.

El aceite de oliva es el niño mimado de la dieta mediterránea, tanto es así que el Ministerio de Consumo se compromete a sacarlo de la clasificación (polémica) de Nutriscore porque no salía tan bien parado. Y es que este semáforo de la alimentación no está causando más que enfado entre muchos productores que ponen en discusión los criterios utilizados.

Pero volvamos a UPA Granada. En una sociedad en la que este tipo de publicidades ya no encaja tanto, era de esperar que la campaña pudiese provocar un poco de rechazo. Algo que parece haber sorprendido a la organización agraria que se escuda en que para nada la considera frívola ni machista, en el caso de la representación de las mujeres.

El objetivo es que estos carteles se expusieran al aire libre en la ciudad de Granada, en marquesinas y autobuses, sin embargo, la campaña no ha sido aceptada y UPA ha decidido utilizarla sólo online, en su web y a través de redes sociales.

De haber salido, ¿habría conseguido fomentar el consumo de aceite de oliva entre los jóvenes? Pues no sabemos, porque no tenemos la bola de cristal. Desde luego la campaña es impactante e indiferente no deja, pero el diseño supera con creces el motivo del anuncio, relegándolo a un segundo plano.

Probablemente, haberlo asociado a un brazo con la piel de gallina, a una escena familiar o un encuentro entre amigos que toman pan con aceite para desayunar, por ejemplo, hubiese funcionado bien y hubiese cumplido su objetivo de fomentar su consumo. A nuestro juicio, la campaña de UPA ha valido solo para hablar de ello, que no es moco de pavo, y discutir sobre si todo vale en el diseño o no. Habría que ver qué piensan las generaciones más jóvenes.

A veces no basta solo con la intención: De Radar COVID y otras tecnologías

Sí. A veces no basta con la intención y con el querer hacer las cosas. La intención ayuda a moverse, pero si no se sabe bien el camino no se llega a ningún lado. La vida no para de enseñárnoslo.

Leemos con atención que la electromovilidad no acaba de cuajarse en España porque apenas hay infraestructuras de carga. La Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC) pone a nuestro país muy alejado de la media europea con 18,6 puntos vs 39,9.

Esto hace pensar que, efectivamente, no basta con querer ser respetuosos con el medio ambiente y contar con un vehículo que no contamine si no se facilita su uso normal. Es cierto que la tecnología en este campo tiene que seguir creciendo, pero no lo puede hacer dejando atrás políticas que pongan la base para que pueda ser viable.

Algo parecido ha pasado con la App Radar COVID. Se ha hablado esta semana en los informativos, pero ya se veía venir que no funcionaría. Aunque se le había descargado una cierta masa crítica – que no se sabe si realmente llega a ser crítica, parece que es según quién lo diga – la ausencia de un plan de acción hacia los centros de salud y hacia la ciudadanía ha hecho que sea una app que muchas personas tengan en su móvil sólo ocupando espacio.

Ya en noviembre se sabía que esta app no estaba funcionando. Algunos gobiernos de comunidades autónomas no la estaban apoyando, los códigos no se estaban facilitando y las descargas eran menores de las previstas. Finalmente solo el 2 % de los casos se han comunicado por esa vía.

Entran en juego varios factores, pero la falta de una campaña de comunicación es, a nuestro juicio, la principal causa del fiasco. Igualmente, en una campaña también hay una etapa destinada al seguimiento y, en muchas ocasiones, el no cumplir con los objetivos marcados hace que se cambie el rumbo o que se implemente un cierto plan de contingencias, se cambie el mensaje, el canal o el foco.

Gestionar todo lo que está ocurriendo desde la primavera pasada es muy complejo, a todos los niveles, pero cabe la duda de que no se ha dedicado todo el tiempo que merecía esta herramienta para evitar y rastrear los contagios, establecer un buen plan de acción, de concienciación a la ciudadanía y de formación al personal sanitario.

La tecnología está desarrollada para estar al servicio de la sociedad, para mejorar la calidad de vida, ¿y qué hay más pleno que vivir y evitar el riesgo de enfermar y hacer enfermar a los demás? El coronavirus es un tema de salud pública. De aplicar aquello de “mi libertad comienza donde acaba la tuya”. Nunca el respeto fue tan importante como ahora.

Queda la amarga sensación de haber menospreciado una buena herramienta que podría haber evitado muchas muertes, porque, aunque hayamos deshumanizado las terribles cifras que nos comunican cada día, siguen siendo familias enteras las que viven tragedias que no se merecen.

De mayor, científica, ¿por qué no?

Hoy es uno de esos días que están señalados en el calendario de días clave como de los más importantes. Hoy, hace ya 6 años, la ONU lo declaraba el Día Internacional de la Niña y la Ciencia para promover su acceso al campo STEM – por sus siglas en inglés, Science, Technology, Engineering and Mathematic.

Se puede abrir el debate si son necesarios tantos días conmemorativos, pero si sirven para hacer un alto en el camino, tomar una fotografía de la situación y tomar conciencia de lo que se puede mejorar, no hay duda de que lo son.

Basta tener en cuenta los datos oficiales: sólo el 30 % de los investigadores son chicas y sólo el 35 % de los estudiantes de carreras STEM son mujeres.  Esta es una realidad que tiene que ver mucho con los roles de género y los estereotipos que, a veces, nos empeñamos en rechazar, pero existen. Y lo hacen porque el pensamiento necesita simplificar la realidad. Los estereotipos y las generalizaciones no son más que una herramienta de nuestro cerebro para entender de forma más sencilla la realidad.

Sí, porque la realidad es compleja y el trabajo para cambiar estos roles es arduo, pero no es imposible y debe hacerse a edades tempranas. La revista Science publicaba hace unos años un artículo en el que indicaba que era a la edad de los 6 años cuando las niñas percibían que las materias STEM no eran para ellas. Muy pronto para cerrarse puertas, ¿no?

¿De quién es la tarea para cambiar esto? Probablemente lo es de la sociedad en su conjunto.  Los colegios, las familias y lo que muestran los medios de comunicación que son, en muchas ocasiones, los encargados de normalizar.

Margarita del Val se ha convertido en toda una referencia y verla por la televisión hablando tan claramente de lo que está ocurriendo con el coronavirus, muy probablemente, ayude a hacer soñar a niñas, convirtiéndose en un modelo de referencia. Porque, son necesarios los modelos y saber que, ya antes,  algunas mujeres rompieron barreras en el campo de la ciencia.

La aseguradora Axa también ha lanzado una campaña aspiracional, no tanto de ciencia, pero sí de una mujer que consigue lo que quiere. Porque, en realidad, ¿qué es lo que nos frena?

Filomena: El espejismo de la recuperación de las ciudades

Quién nos iba a decir que 2021 tendría este inicio. Llega el nuevo año pisando fuerte y todo apunta a que con muchas sorpresas preparadas. Quizá esto nos debería hacer pensar que igual no tenía tanto sentido planificar tanto, ¿para qué? Luego llega Filomena y con su gran nevada se lleva todo lo planeado, aislando pueblos, ganado y obligándonos a una suerte de confinamiento domiciliario en sus primeras horas.

Filomena, sin embargo, ha traído muchísimo color, una especie de luz nueva a quien sabido verla. De un plumazo ha peatonalizado las calles y las ha transformado en plazas, llenas de gente – a pesar de la COVID – y llenas de vida.

Con independencia de que en algunos casos la distancia social no se haya cumplido, si no fuera por eso, Filomena se habría convertido en un estupendo ensayo general de recuperación de las ciudades, dejando en evidencia todo el espacio que ocupa el coche.

En muchos lugares de Madrid la nieve se apila a los lados de las carreteras, en las aceras, y peatón y vehículos tienen la obligación de convivir y compartir el mismo espacio para que los primeros no tengan resbalones innecesarios con las placas de hielo que se forman en muchos puntos de las aceras. ¿Y cómo está siendo esta convivencia? Pues desde mi punto de vista bastante regulera porque se hace desde una relación de superioridad del vehículo privado frente al peatón.

Es cierto que es cuestión de espacio y velocidad, siempre es más sencillo que el peatón se eche a un lado y pase el vehículo a que éste esté de coche escoba hasta que se acabe la calle, pero, ¿algún conductor / a os ha hecho un gesto de agradecimiento?

Ya en su día, con el confinamiento, hablamos del acelerón que había pegado – o debería pegar –  el modelo de ciudad 15 minutos. Esta nevada histórica ha servido también para pensar en ello de nuevo porque si todo el núcleo de nuestra vida y actividad lo tuviéramos a esos 15 minutos no dependeríamos tanto del vehículo privado, podríamos ir a pie y se revertiría el espacio público.

Por desgracia parece que mucho tiene que nevar para que los desplazamientos a pie o en transporte público ganen la batalla al vehículo privado, sobre todo cuando la mayoría de las veces que se utiliza es para recorrer distancias de 2 – 3 km. Debería ser la alternativa a ir a pie y no al revés.

Marta Pano Crego

Fundadora de BRISA, Comunicación Social y Medioambiental

¿Seguirá el cambio climático en un rincón en 2021?

Nos fuimos de vacaciones dejando todo manga por hombro. El post de balance del año o el de la gestión de las emociones encontradas en Navidad que queríamos hacer a partir de este artículo de THE CONVERSATION para nuestra sección de Contando Granos de Arroz. Ambos se quedaron en el tintero por la urgencia desconectar un día y sus festivos.

Se vuelve a la carga en este 2021, el 6º aniversario de BRISA, con muchos proyectos para desarrollar y expectantes a lo que sucederá con la llegada de la vacuna y su distribución que, por lo visto, es más difícil de lo que parece.

El año del coronavirus terminaba con una interesante reducción de CO2, debido, sobre todo a los meses de confinamiento. No nos engañamos. Los hábitos ni los objetivos climáticos han tenido nada que ver. Sin embargo, aunque las emisiones se hayan visto reducidas, las concentraciones atmosféricas han seguido aumentando y, según un estudio 4C Cabron Outlook, del que se hace eco El Periódico de la Energía, solo se estabilizarán cuando estén cercanas a cero.

¿Qué tiene que pasar para ello? Los planes a nivel estatal y a nivel global para reducir las emisiones en los distintos sectores siguen estando vigentes, pero la realidad es que el medio ambiente y la lucha por paliar el cambio climático ha estado aparcada durante todo 2020, a nivel global y a nivel local.

No hay más que ver cómo las terrazas de los bares y restaurantes, para salvar su economía, están calentando las calles derrochando energía a tutiplén. En nuestro cerebro las prioridades y las preocupaciones se ordenan y el cambio climático ha bajado de posiciones. Totalmente justificado.

En cualquier caso, no podemos dejarnos llevar. La COVID 19 debe servir también como sirena que suena para dar un toque de atención y mirar hacia la mala calidad del aire, los actuales modelos de producción y consumo, el despojo de la identidad de los centros históricos por un turismo exacerbado y poco sostenible o el vacío que se respira en las zonas rurales.

Todo esto, de una manera u otra, ha influido en la velocidad de expansión del virus y todo esto desde nuestra sociedad acomodada. Que se lo cuenten a los migrantes climáticos o a países que no cuentan con infraestructuras de agua para una higiene adecuada. En fin, confiemos que todo este parón de 2020 sea para impulsar un 2021 mejor, a todos los niveles.

El impacto de la pandemia y el teletrabajo en la identidad corporativa

El teletrabajo no va con todas las personas. Hay quienes prefieren acudir a la oficina, echan de menos las conversaciones con sus compañeros, los cafés, el ruido – tanto que se ha creado hasta aplicaciones que los reproduce – y no consiguen separar del trabajo la acción de ir a la oficina.

Luego hay otras personas que están encantadas, que les cunde más el tiempo y que prefieren trabajar desde casa en lugar de desplazarse e invertir tiempo en hacerlo.

Decidirse por una fórmula u otra también depende de otros factores, como tener hijos en casa. Pero de eso ya hablamos, cuando comentábamos que teletrabajar en pandemia no era teletrabajar.

Entonces seguramente nadie se podía imaginar que la pandemia sobreviviese los 40 grados a la sombra. Y, sin embargo, ahí está, reinando una segunda ola que se vuelve a llevar por delante vidas que aún tenían mucho por delante.

El coronavirus se ha instalado en el mundo y parece que a corto plazo no se va a mover, así que hay que activarse y adaptarse a la situación, pero sin resignación. Esto pasará.

Todo alrededor de este virus se ha tenido que transformar porque ha roto el statu quo y lo que antes era considerado normal, como toser, estornudar o dar un beso a modo de saludo se ha convertido en objeto de sospecha.

Por su parte, las empresas con sus sedes también están viendo cómo la oficina va a tomar un papel menos relevante con el auge del teletrabajo que ya ha sido legislado. Las oficinas del futuro de las que tanto se hablaba, flexibles, sin puestos fijos, ya son presente.

Y todo este cambio incluye tanto la forma de diseñar los espacios por parte de los arquitectos y decoradores, como a la manera de relacionarse y construir identidad corporativa y sentido de pertenencia.

Esto último era lo que, en muchos casos, representaba una oficina para sus trabajadores: el lugar de referencia y el continente desde el que todo partía. Sin embargo, es posible que en el futuro esté más difuminado, aunque no se borrará en los próximos años porque el ser humano es un ser social. Necesita de otro para formarse, para reconocerse y para sentir que la vida tiene sentido, incluso, en este contexto.

Construir objetivos comunes, espíritu de equipo y reconocimiento en los valores de la marca será cada vez más difícil al trabajar siempre de manera más individual, perdiendo también parte de esa comunicación no verbal.

¿Las previsiones para 2050 de ciudades y núcleos urbanos más poblados se mantendrán? Pues no sabemos. Hasta la ley del teletrabajo habla de fijación de población en zonas rurales gracias a la tecnología – en el caso de que se decida apostar por ello y dotarla de infraestructuras pertinentes, claro. Lo que es seguro es que la oficina tal y como la habíamos entendido hasta marzo de 2020, y por ende, la empresa, no volverá a ser como antes.

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