Cómo mejorar la comunicación en…

Cómo mejorar la comunicación en…

A lo largo del día recibimos una multitud de boletines y alertas de los sectores en los que trabajamos a partir de los cuales elaboramos un dossier de noticias de interés para el cliente. Nos es útil porque solemos estar al día de lo que ocurre y esto es importante para poder generar nuevas oportunidades, propuestas y ver los huecos libres que queden.

Muy frecuentemente nos encontramos con artículos que rezan: “¿Cómo mejorar la comunicación en _______ (a completar por el sector o el tema de turno)?” Los leemos. Hay ciertos tips que nunca deben fallar en una estrategia de comunicación y que deben ser la base. La cosa se complica si es un tema que requiere un cambio de mentalidad y concepción por parte de la sociedad.

Valga de ejemplo: “los agricultores derrochan el agua”. ¿Cómo se cambia esto? Aquí creemos que hay varios problemas. El primero, entender a los agricultores como algo ajeno y lejano a nosotros. ¿Acaso no nos alimentamos cada día? Las frutas y las hortalizas no crecen en los lineales de Mercadona o Carrefour, como muchas personas deben pensar. El segundo problema es que quien piensa eso lo piensa con un claro convencimiento y cualquier cosa que se le diga o explique no le hará cambiar de opinión, es más, buscará siempre reafirmar su teoría en cualquier discurso y lo tomará por válido. Este problema es grave ya que está dejando entrever que la sociedad cada vez quiere escuchar menos y cada vez más quiere tener razón.

Demonizar a un sector que trabaja siempre con requisitos medioambientales más altos logrando una mayor eficiencia (demostrable) en el uso de los recursos hídricos en los últimos años, no sólo es injusto, sino infantil.

Cuando llegó el confinamiento y los agricultores abandonaron sus manifestaciones, cogieron sus tractores y se pusieron a desinfectar las calles de sus pueblos. Entonces esa lejanía ya no era tal porque eran esenciales y la sociedad los entendía como así. Con el pasar del tiempo, de los aplausos a las 20h, las caceroladas a las 21h y la nueva normalidad, la sociedad olvidó y, como un resorte, volvió a lo de siempre.

¿Y qué se puede hacer para cambiar esa concepción? Una vez elaborado el diagnóstico de lo que está ocurriendo – en este caso los dos problemas identificados – seguir comunicando de forma constante con hechos, cifras, estudios y a través de los canales que se puedan, tanto sobre el uso responsable de los recursos, como sobre la propia figura del agricultor, poniéndola en valor.

Esto se puede conseguir desde el tradicional gabinete de prensa pasando por redes sociales y otras estrategias cualitativas, quizá con personajes influyentes, pero siempre pulsando el público objetivo, su reacción y su sentir.

La comunicación, para que así sea, ha de ser bidireccional y hay muchas veces que esa parte se olvida, a pesar de que cada vez existen más herramientas de escucha activa que pueden dar un cierto feedback.

A seguir.

La conciliación no existe, son los padres

La conciliación no existe, son los padres

La conciliación no existe, son los padres. Y a veces ni siquiera son los padres porque no consiguen llegar a todo.

Ahora que ya huele a verano, que el calor empieza a darnos las noches y las mañanas, que el fin de curso está a la vuelta de la esquina, muchos niños y niñas terminan el colegio y, ante ellos, casi tres meses de vacaciones.

Se lo merecen. Durante todo el año, con mayor o menor rigurosidad, han venido cumpliendo con sus obligaciones, con las obligaciones que pueden tener un niño o una niña de 7, 11 o 13 años.

La felicidad de los pequeños está contrapuesta a los quebraderos de cabeza que supone para los padres el hecho de que, desde finales de junio hasta mitad de septiembre, no haya colegio.

A veces, los abuelos, los que llevan trabajando toda una vida y disfrutando ya de su jubilación, toman el relevo. Pero, ¿qué hay de quiénes no tengan los abuelos en la misma ciudad? O mejor dicho, ¿por qué hay que apoyarse en la red familiar durante la friolera de casi tres meses cuando al Gobierno se le llena la boca al hablar de conciliación familiar?

Los colegios públicos cierran a calicanto en verano y no ofrecen ninguna otra alternativa, al menos muchos de ellos. La realidad es que es equivocado también pensar en ello como un lugar donde aparcar al niño o la niña mientras se trabaja, pero es que se debe trabajar y por muchos planes que existan en las empresas ninguno llega a cubrir ese vacío de tres meses.

En esta legislatura se recuperó el Ministerio de Igualdad y, a nuestro modo de ver, sería el responsable de buscar una solución para que la conciliación sea una realidad, que los cuidados no recaigan sólo en una persona y que se involucre a toda la sociedad en la tarea y conseguir que la conciliación no sea sólo algo que suena bien.

Quizá el coronavirus con el trabajo haya enseñado un poco más, pero no es justo que haya debido llegar una pandemia mundial para poner los puntos sobre las íes.

Lejos quedaron los veranos de los 80 y los 90, cuando muchas madres no trabajaban y no había ningún problema. Ahora, en su mayoría, sí lo hacen, y, a menudo, haciendo malabares por el camino.

Deberíamos dejarnos de palabrerías y tomar cantar en el asunto. Si la realidad termina en el lenguaje, en este caso, es al revés. La palabra conciliación está totalmente hueca o no tiene el significado con el que había nacido.

El cambio climático y la movilidad, de plena actualidad

El cambio climático y la movilidad, de plena actualidad

Ayer se aprobó la primera Ley de Cambio Climático en España. Como siempre que se aprueba algo en el Congreso, no llueve a gusto de todos. Algunos partidos dijeron que esta ley llegaba tarde, que era poco ambiciosa y descafeinada. Otros, simplemente, no creen en el cambio climático como si no hubiese dado ya signos de su existencia.

Lo cierto es que pone las bases de una hoja de ruta hacia la descarbonización que está vinculada tanto al PNIEC como a los planes que hay nivel europeo y mundial. Que sea ambicioso o no, el tiempo lo dirá, según se vayan logrando objetivos y revisando las actuaciones.

La Agenda 2030, aunque pareciese que con el coronavirus hubiese pasado a un segundo plano, está más de actualidad que nunca. Y es que el COVID ha sacudido todo tan fuerte que no nos podemos dormir en los laurales, ni a nivel político, ni a nivel social.

Por otro parte, el medio ambiente y la calidad del aire también han sido noticia a principios de esta semana por varios motivos relacionados con la movilidad. Por un lado, la entrada en vigor de los nuevos límites de velocidad para hacer las ciudades más seguras y, por otro lado, la noticia de que Madrid Central se tumbaba. Lo curioso es que estos dos temas llegaban el mismo día, algo que sólo hace ver lo paradójico de la situación.

La movilidad sostenible no debería ser patrimonio de un partido o de otro, ya que la calidad del aire debería estar por encima de cualquier ideología. Queda ver qué sucederá con Madrid Central, ya que la ley de cambio climático prevé que en las ciudades existan zonas de bajas emisiones, para respirar bien y también en una suerte de recuperación del espacio por parte de la ciudadanía.

 De momento los compromisos adquiridos como estado están ahí. Hay que ponerse a trabajar cuanto antes, a nivel de políticas, pero también a nivel empresarial y social, porque la responsabilidad frente al cambio climático se debe entender como compartida para que pueda tener éxito.

“El aceite de oliva lo llevamos en la piel”

“El aceite de oliva lo llevamos en la piel”

‘El aceite de oliva lo llevamos en la piel’ este es el claim de la campaña que ha realizado UPA Granada para fomentar el consumo de aceite de oliva en las personas más jóvenes.

A pocos días de la celebración del 8 de marzo parece, cuando menos, imprudente sacar una campaña en la que se ve una mujer desnuda para fomentar el consumo de nuestro oro líquido. Una mujer desnuda como reclamo que lleva tatuadas unas aceitunas en el hombro. También hay que decir que contempla también una versión masculina, eso sí.

En cualquier caso, el debate está servido, como era de esperar.

El aceite de oliva es el niño mimado de la dieta mediterránea, tanto es así que el Ministerio de Consumo se compromete a sacarlo de la clasificación (polémica) de Nutriscore porque no salía tan bien parado. Y es que este semáforo de la alimentación no está causando más que enfado entre muchos productores que ponen en discusión los criterios utilizados.

Pero volvamos a UPA Granada. En una sociedad en la que este tipo de publicidades ya no encaja tanto, era de esperar que la campaña pudiese provocar un poco de rechazo. Algo que parece haber sorprendido a la organización agraria que se escuda en que para nada la considera frívola ni machista, en el caso de la representación de las mujeres.

El objetivo es que estos carteles se expusieran al aire libre en la ciudad de Granada, en marquesinas y autobuses, sin embargo, la campaña no ha sido aceptada y UPA ha decidido utilizarla sólo online, en su web y a través de redes sociales.

De haber salido, ¿habría conseguido fomentar el consumo de aceite de oliva entre los jóvenes? Pues no sabemos, porque no tenemos la bola de cristal. Desde luego la campaña es impactante e indiferente no deja, pero el diseño supera con creces el motivo del anuncio, relegándolo a un segundo plano.

Probablemente, haberlo asociado a un brazo con la piel de gallina, a una escena familiar o un encuentro entre amigos que toman pan con aceite para desayunar, por ejemplo, hubiese funcionado bien y hubiese cumplido su objetivo de fomentar su consumo. A nuestro juicio, la campaña de UPA ha valido solo para hablar de ello, que no es moco de pavo, y discutir sobre si todo vale en el diseño o no. Habría que ver qué piensan las generaciones más jóvenes.

De mayor, científica, ¿por qué no?

De mayor, científica, ¿por qué no?

Hoy es uno de esos días que están señalados en el calendario de días clave como de los más importantes. Hoy, hace ya 6 años, la ONU lo declaraba el Día Internacional de la Niña y la Ciencia para promover su acceso al campo STEM – por sus siglas en inglés, Science, Technology, Engineering and Mathematic.

Se puede abrir el debate si son necesarios tantos días conmemorativos, pero si sirven para hacer un alto en el camino, tomar una fotografía de la situación y tomar conciencia de lo que se puede mejorar, no hay duda de que lo son.

Basta tener en cuenta los datos oficiales: sólo el 30 % de los investigadores son chicas y sólo el 35 % de los estudiantes de carreras STEM son mujeres.  Esta es una realidad que tiene que ver mucho con los roles de género y los estereotipos que, a veces, nos empeñamos en rechazar, pero existen. Y lo hacen porque el pensamiento necesita simplificar la realidad. Los estereotipos y las generalizaciones no son más que una herramienta de nuestro cerebro para entender de forma más sencilla la realidad.

Sí, porque la realidad es compleja y el trabajo para cambiar estos roles es arduo, pero no es imposible y debe hacerse a edades tempranas. La revista Science publicaba hace unos años un artículo en el que indicaba que era a la edad de los 6 años cuando las niñas percibían que las materias STEM no eran para ellas. Muy pronto para cerrarse puertas, ¿no?

¿De quién es la tarea para cambiar esto? Probablemente lo es de la sociedad en su conjunto.  Los colegios, las familias y lo que muestran los medios de comunicación que son, en muchas ocasiones, los encargados de normalizar.

Margarita del Val se ha convertido en toda una referencia y verla por la televisión hablando tan claramente de lo que está ocurriendo con el coronavirus, muy probablemente, ayude a hacer soñar a niñas, convirtiéndose en un modelo de referencia. Porque, son necesarios los modelos y saber que, ya antes,  algunas mujeres rompieron barreras en el campo de la ciencia.

La aseguradora Axa también ha lanzado una campaña aspiracional, no tanto de ciencia, pero sí de una mujer que consigue lo que quiere. Porque, en realidad, ¿qué es lo que nos frena?

Filomena: El espejismo de la recuperación de las ciudades

Filomena: El espejismo de la recuperación de las ciudades

Quién nos iba a decir que 2021 tendría este inicio. Llega el nuevo año pisando fuerte y todo apunta a que con muchas sorpresas preparadas. Quizá esto nos debería hacer pensar que igual no tenía tanto sentido planificar tanto, ¿para qué? Luego llega Filomena y con su gran nevada se lleva todo lo planeado, aislando pueblos, ganado y obligándonos a una suerte de confinamiento domiciliario en sus primeras horas.

Filomena, sin embargo, ha traído muchísimo color, una especie de luz nueva a quien sabido verla. De un plumazo ha peatonalizado las calles y las ha transformado en plazas, llenas de gente – a pesar de la COVID – y llenas de vida.

Con independencia de que en algunos casos la distancia social no se haya cumplido, si no fuera por eso, Filomena se habría convertido en un estupendo ensayo general de recuperación de las ciudades, dejando en evidencia todo el espacio que ocupa el coche.

En muchos lugares de Madrid la nieve se apila a los lados de las carreteras, en las aceras, y peatón y vehículos tienen la obligación de convivir y compartir el mismo espacio para que los primeros no tengan resbalones innecesarios con las placas de hielo que se forman en muchos puntos de las aceras. ¿Y cómo está siendo esta convivencia? Pues desde mi punto de vista bastante regulera porque se hace desde una relación de superioridad del vehículo privado frente al peatón.

Es cierto que es cuestión de espacio y velocidad, siempre es más sencillo que el peatón se eche a un lado y pase el vehículo a que éste esté de coche escoba hasta que se acabe la calle, pero, ¿algún conductor / a os ha hecho un gesto de agradecimiento?

Ya en su día, con el confinamiento, hablamos del acelerón que había pegado – o debería pegar –  el modelo de ciudad 15 minutos. Esta nevada histórica ha servido también para pensar en ello de nuevo porque si todo el núcleo de nuestra vida y actividad lo tuviéramos a esos 15 minutos no dependeríamos tanto del vehículo privado, podríamos ir a pie y se revertiría el espacio público.

Por desgracia parece que mucho tiene que nevar para que los desplazamientos a pie o en transporte público ganen la batalla al vehículo privado, sobre todo cuando la mayoría de las veces que se utiliza es para recorrer distancias de 2 – 3 km. Debería ser la alternativa a ir a pie y no al revés.

Marta Pano Crego

Fundadora de BRISA, Comunicación Social y Medioambiental

¿Seguirá el cambio climático en un rincón en 2021?

¿Seguirá el cambio climático en un rincón en 2021?

Nos fuimos de vacaciones dejando todo manga por hombro. El post de balance del año o el de la gestión de las emociones encontradas en Navidad que queríamos hacer a partir de este artículo de THE CONVERSATION para nuestra sección de Contando Granos de Arroz. Ambos se quedaron en el tintero por la urgencia desconectar un día y sus festivos.

Se vuelve a la carga en este 2021, el 6º aniversario de BRISA, con muchos proyectos para desarrollar y expectantes a lo que sucederá con la llegada de la vacuna y su distribución que, por lo visto, es más difícil de lo que parece.

El año del coronavirus terminaba con una interesante reducción de CO2, debido, sobre todo a los meses de confinamiento. No nos engañamos. Los hábitos ni los objetivos climáticos han tenido nada que ver. Sin embargo, aunque las emisiones se hayan visto reducidas, las concentraciones atmosféricas han seguido aumentando y, según un estudio 4C Cabron Outlook, del que se hace eco El Periódico de la Energía, solo se estabilizarán cuando estén cercanas a cero.

¿Qué tiene que pasar para ello? Los planes a nivel estatal y a nivel global para reducir las emisiones en los distintos sectores siguen estando vigentes, pero la realidad es que el medio ambiente y la lucha por paliar el cambio climático ha estado aparcada durante todo 2020, a nivel global y a nivel local.

No hay más que ver cómo las terrazas de los bares y restaurantes, para salvar su economía, están calentando las calles derrochando energía a tutiplén. En nuestro cerebro las prioridades y las preocupaciones se ordenan y el cambio climático ha bajado de posiciones. Totalmente justificado.

En cualquier caso, no podemos dejarnos llevar. La COVID 19 debe servir también como sirena que suena para dar un toque de atención y mirar hacia la mala calidad del aire, los actuales modelos de producción y consumo, el despojo de la identidad de los centros históricos por un turismo exacerbado y poco sostenible o el vacío que se respira en las zonas rurales.

Todo esto, de una manera u otra, ha influido en la velocidad de expansión del virus y todo esto desde nuestra sociedad acomodada. Que se lo cuenten a los migrantes climáticos o a países que no cuentan con infraestructuras de agua para una higiene adecuada. En fin, confiemos que todo este parón de 2020 sea para impulsar un 2021 mejor, a todos los niveles.

¿Se llenará la España Vaciada?

¿Se llenará la España Vaciada?

La vuelta al cole ha estado marcada este año por una especie de carrera de obstáculos. Un poco por las prisas del último momento, siguiendo la tónica habitual y porque, probablemente, el escenario con el que nos fuimos de vacaciones era muy distinto al que nos hemos encontrado al volver, o, mejor dicho, el que hemos ido construyendo todos durante el verano.

Mientras que en las grandes ciudades se organizaba todo, y ocupaba sus largos minutos en el telediario, en el medio rural se observaba un ligero incremento en el número de alumnos, ¿por qué? La gente está volviendo a los pueblos o mudándose a las segundas residencias, las del veraneo, donde se está bien cuando se está bien.

Y es que el coronavirus ha cambiado las prioridades completamente. Parece que ahora solo se quiera vivir en un sitio donde poder sentirse a salvo, seguro, con calidad de vida, aire que respirar y verde que mirar. Recuperar un poco la calma que se había perdido entre tanto asfalto, tubo de escape y contaminación acústica. También ha sido posible o impulsado por el teletrabajo, claro.

¿Ayudará esto a poblar la España Vaciada? ¿Se está fraguando un éxodo urbano?

Hasta el momento se estaba produciendo un gran desequilibrio entre la zona urbana y la rural, con una brecha enorme, no solo digital, existiendo aún zonas donde no llega la red, a pesar de la apuesta que se ha anunciado que se va a hacer para reducirla, sino también a nivel de otros servicios públicos, empezando por los de la salud.

En este sentido, la semana pasada arrancaba un acto reivindicativo organizado por la Plataforma de la España Vaciada por una sanidad rural digna, de calidad que, durante la pandemia ha visto cómo los sanitarios se tenían que apoyar en los propios vecinos para poder seguir ejerciendo su labor por falta de recursos.

Habrá que esperar a ver si en el Plan de Recuperación que ha presentado el Gobierno y que cuenta con un capítulo referido a la España Vaciada, o al menos una sección de la llamada  “Agenda urbana y rural, la lucha contra la despoblación y el desarrollo de la agricultura”, que se quedará con el 16% de los recursos, ayudará de verdad a mejorar la calidad de vida de estos pueblos que ocupan cerca del 80 % del territorio estatal.

El impacto de la pandemia se presenta más fuerte para las mujeres

El impacto de la pandemia se presenta más fuerte para las mujeres

“…Sin una respuesta adecuada, corremos el riesgo de perder una generación o más de logros”. Estas palabras pertenecen a António Guterres, secretario general de la ONU, durante un encuentro sobre el impacto que el coronavirus está ocasionando en la sociedad, sobre todo en aquellas que están menos desarrolladas.

Con estas palabras, se puede resumir también el informe de ONU Mujeres From insights to action que indica cómo la pobreza extrema afectará mucho más a las mujeres y las niñas y será una situación que tarde en revertirse más allá de 2030.

Una se pregunta entonces qué hacemos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible que marcaban un mundo mejor al que llegaríamos dentro de sólo 10 años. La pandemia ha eclipsado todo y prácticamente la exclusiva urgencia es la de la atención sanitaria, aparcando, muchas veces y sobre todo a juzgar por las mascarillas vistas en la playa, la emergencia climática.

Pero sí. La sociedad no puede avanzar plenamente si se deja atrás a una gran parte de ella. Las mujeres, tradicionalmente, son las que se han ocupado más de los cuidados y, precisamente por ello, su situación es mucho más precaria en la actualidad. Además, se genera un suerte de círculo vicioso: cobran menos, tienen contratos menos estables y, por ende, son las que renuncian a la vida profesional si alguien tiene que quedarse en casa, al igual que son las que más están dispuestas a conciliar.

La brecha salarial no es ficción ni son los padres.  Existe y, según su bucea en los datos que hay disponibles en ese vasto mundo de internet, puede rondar desde el 13 % al 20 % en nuestro país.

En España, sin embargo, de un tiempo a esta parte todos los temas relacionados con el feminismo o la igualdad de género se han venido politizando, por unos o por otros. ¿No  parece increíble? ¿No debería ser una cuestión de estado llegar a un equilibrio, a una sociedad en la que todas las personas sumen y tengan las mismas oportunidades con independencia de su género?

El teletrabajo en pandemia no es teletrabajo

El teletrabajo en pandemia no es teletrabajo

El otro día, analizando los posts que habían generado más visitas e interés, vimos que entre los primeros estaba en el que habíamos hablado de teletrabajo.  Es de hace un par de años y entonces lo vinculamos con la movilidad sostenible. El interés despertado hoy, seguramente, tiene más bien connotaciones pandémicas que poco tiene que ver con acabar con el humo de los atascos y la mala uva en la que se puede llegar a la oficina.

Sin embargo, no que hay que olvidar que trabajar en casa tiene un impacto directo sobre las emisiones que se evitan y, por ende, con una mejora de la calidad del aire. Desde la fundación Más Familia recogen en su Libro blanco del teletrabajo que, si en una ciudad como Barcelona, el 40 % de las personas susceptibles de poder teletrabajar, lo hiciese dos días en semana, se ahorrarían 332.843 toneladas de CO2 y unas 336.171 toneladas de gases de efecto invernadero al año.

Pero volvamos a hoy y a la situación que ha generado la COVID -19.

Lo de ahora NO es teletrabajo. Lo de ahora es trabajar desde casa porque hay una pandemia mundial en la que está muriendo gente – cada vez menos, por fortuna – y de la que nos debemos cuidar y evitar desplazamientos innecesarios.

¿Desplazamientos innecesarios? Sí, la tecnología está preparada para poder permitir que se vaya a la oficina una vez a la semana o cada dos. Se deberán desarrollar nuevos protocolos y procesos de comunicación de los equipos de trabajo para que se siga haciendo un trabajo coordinado, pero, en definitiva, los puestos que no requieren de trabajo físico y manual, se pueden digitalizar perfectamente y a las pruebas nos remitimos.

Pero, como se ha dicho, esto no es un ensayo general real. Las personas no trabajan con sus hijos al lado normalmente, ni en un contexto tan fuerte de incertidumbre que inunda todo – porque, no nos engañemos, la concentración no es la misma en esta situación que en la “vida normal” -, ni con tanta tensión social.

Y, por otro lado, para que se pongan las bases del teletrabajo también se han de poner las de la desconexión. Trabajar no se puede convertir en un estado, es una actividad, que tiene principio y fin y se percibe un salario por ella. En Francia ya se había legislado a favor de la desconexión digital. Aquí aún hay que hacerlo.

Quizá se deje para septiembre, cuando el virus sea más un mal sueño, pero no se puede esperar mucho más. La ministra de Trabajo ya está hablando de la Ley Reguladora del Trabajo a Distancia, pero habrá que ver cómo se articula para no hacerse con los ojos de la oficina sino con una mirada mucho más amplia, para que sea más justa.

La COVID-19 no va a dejar nada indiferente y hay que poner las reglas del juego antes de seguir, para que se mejore en calidad de vida, que, a fin de cuentas, de eso se trata, de estar mejor que antes.