Libertad en tiempos de pandemia

Libertad en tiempos de pandemia

La palabra libertad, a estas alturas del partido, está tan manida que su significado se ha vaciado y sólo es un conjunto de tres sílabas que se pasea como excusa ante cualquier comportamiento, sea cual sea.

Ayer escuchábamos las palabras de Carles Francino antes de empezar el programa y se nos ponían los pelos de punta.

A veces una se pregunta cómo hemos llegado a esta situación. No a la pandemia en sí, sino a esa falta de respeto por los demás, a esa falta de concienciación.

La vacunación avanza a buen ritmo y no merece la pena tirar todo por la borda y retroceder al punto de partida, donde ya hemos estado y a donde tenemos la seguridad de que no queremos volver.

El ansia por intentar tener la vida como la entendíamos, a veces, es tan grande que ciega e impide ver las consecuencias de ciertos comportamientos. No sólo en aquellas personas que salieron el fin de semana como si España hubiese ganado el mundial sin mascarilla y sin respetar las distancias de seguridad, sino también otras que deciden hacer lo que les apetece con excusas que sólo les sirven a ellas.

Como la libertad, también los muertos se han vaciado, han perdido a sus familiares otra vez regenerándose en una cifra de titular de periódico que si superan el umbral de 150 nos parecen mucho y si es inferior nos parecen pocos.

Y todo está relacionado. Es el aleteo de la mariposa constante y, tras más de un año, deberíamos haberlo ya entendido como sociedad.

Son muchos los filósofos que han hablado de libertad, desde Aristóteles hasta Karl Marx y, aunque el concepto y los matices han variado, la libertad en sociedad se tiene que ejercer de una manera medida para no rozar la anarquía.

Podríamos hacer un repaso de definiciones de libertad, pero el otro día nos topamos con esta de Nelson Mandela que nos pareció bastante adecuada para la situación: “ser libre no es solamente desamarrarse las propias cadenas, sino vivir en una forma que respete y mejore la libertad de los demás»

¿Seremos capaces de vivir en esa libertad que se convierte en una responsabilidad colectiva?

A veces no basta solo con la intención: De Radar COVID y otras tecnologías

A veces no basta solo con la intención: De Radar COVID y otras tecnologías

Sí. A veces no basta con la intención y con el querer hacer las cosas. La intención ayuda a moverse, pero si no se sabe bien el camino no se llega a ningún lado. La vida no para de enseñárnoslo.

Leemos con atención que la electromovilidad no acaba de cuajarse en España porque apenas hay infraestructuras de carga. La Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC) pone a nuestro país muy alejado de la media europea con 18,6 puntos vs 39,9.

Esto hace pensar que, efectivamente, no basta con querer ser respetuosos con el medio ambiente y contar con un vehículo que no contamine si no se facilita su uso normal. Es cierto que la tecnología en este campo tiene que seguir creciendo, pero no lo puede hacer dejando atrás políticas que pongan la base para que pueda ser viable.

Algo parecido ha pasado con la App Radar COVID. Se ha hablado esta semana en los informativos, pero ya se veía venir que no funcionaría. Aunque se le había descargado una cierta masa crítica – que no se sabe si realmente llega a ser crítica, parece que es según quién lo diga – la ausencia de un plan de acción hacia los centros de salud y hacia la ciudadanía ha hecho que sea una app que muchas personas tengan en su móvil sólo ocupando espacio.

Ya en noviembre se sabía que esta app no estaba funcionando. Algunos gobiernos de comunidades autónomas no la estaban apoyando, los códigos no se estaban facilitando y las descargas eran menores de las previstas. Finalmente solo el 2 % de los casos se han comunicado por esa vía.

Entran en juego varios factores, pero la falta de una campaña de comunicación es, a nuestro juicio, la principal causa del fiasco. Igualmente, en una campaña también hay una etapa destinada al seguimiento y, en muchas ocasiones, el no cumplir con los objetivos marcados hace que se cambie el rumbo o que se implemente un cierto plan de contingencias, se cambie el mensaje, el canal o el foco.

Gestionar todo lo que está ocurriendo desde la primavera pasada es muy complejo, a todos los niveles, pero cabe la duda de que no se ha dedicado todo el tiempo que merecía esta herramienta para evitar y rastrear los contagios, establecer un buen plan de acción, de concienciación a la ciudadanía y de formación al personal sanitario.

La tecnología está desarrollada para estar al servicio de la sociedad, para mejorar la calidad de vida, ¿y qué hay más pleno que vivir y evitar el riesgo de enfermar y hacer enfermar a los demás? El coronavirus es un tema de salud pública. De aplicar aquello de “mi libertad comienza donde acaba la tuya”. Nunca el respeto fue tan importante como ahora.

Queda la amarga sensación de haber menospreciado una buena herramienta que podría haber evitado muchas muertes, porque, aunque hayamos deshumanizado las terribles cifras que nos comunican cada día, siguen siendo familias enteras las que viven tragedias que no se merecen.

El impacto de la pandemia y el teletrabajo en la identidad corporativa

El impacto de la pandemia y el teletrabajo en la identidad corporativa

El teletrabajo no va con todas las personas. Hay quienes prefieren acudir a la oficina, echan de menos las conversaciones con sus compañeros, los cafés, el ruido – tanto que se ha creado hasta aplicaciones que los reproduce – y no consiguen separar del trabajo la acción de ir a la oficina.

Luego hay otras personas que están encantadas, que les cunde más el tiempo y que prefieren trabajar desde casa en lugar de desplazarse e invertir tiempo en hacerlo.

Decidirse por una fórmula u otra también depende de otros factores, como tener hijos en casa. Pero de eso ya hablamos, cuando comentábamos que teletrabajar en pandemia no era teletrabajar.

Entonces seguramente nadie se podía imaginar que la pandemia sobreviviese los 40 grados a la sombra. Y, sin embargo, ahí está, reinando una segunda ola que se vuelve a llevar por delante vidas que aún tenían mucho por delante.

El coronavirus se ha instalado en el mundo y parece que a corto plazo no se va a mover, así que hay que activarse y adaptarse a la situación, pero sin resignación. Esto pasará.

Todo alrededor de este virus se ha tenido que transformar porque ha roto el statu quo y lo que antes era considerado normal, como toser, estornudar o dar un beso a modo de saludo se ha convertido en objeto de sospecha.

Por su parte, las empresas con sus sedes también están viendo cómo la oficina va a tomar un papel menos relevante con el auge del teletrabajo que ya ha sido legislado. Las oficinas del futuro de las que tanto se hablaba, flexibles, sin puestos fijos, ya son presente.

Y todo este cambio incluye tanto la forma de diseñar los espacios por parte de los arquitectos y decoradores, como a la manera de relacionarse y construir identidad corporativa y sentido de pertenencia.

Esto último era lo que, en muchos casos, representaba una oficina para sus trabajadores: el lugar de referencia y el continente desde el que todo partía. Sin embargo, es posible que en el futuro esté más difuminado, aunque no se borrará en los próximos años porque el ser humano es un ser social. Necesita de otro para formarse, para reconocerse y para sentir que la vida tiene sentido, incluso, en este contexto.

Construir objetivos comunes, espíritu de equipo y reconocimiento en los valores de la marca será cada vez más difícil al trabajar siempre de manera más individual, perdiendo también parte de esa comunicación no verbal.

¿Las previsiones para 2050 de ciudades y núcleos urbanos más poblados se mantendrán? Pues no sabemos. Hasta la ley del teletrabajo habla de fijación de población en zonas rurales gracias a la tecnología – en el caso de que se decida apostar por ello y dotarla de infraestructuras pertinentes, claro. Lo que es seguro es que la oficina tal y como la habíamos entendido hasta marzo de 2020, y por ende, la empresa, no volverá a ser como antes.

Sólo el 7 % de lo que comunicamos lo hacemos con la palabra

Sólo el 7 % de lo que comunicamos lo hacemos con la palabra

Siempre han dicho que la cara es el espejo del alma. ¿Qué pasa ahora cuando gran parte de ella va cubierta por la mascarilla?

La mascarilla, el objeto de moda – y quien no va a la moda es porque no quiere – cumple su función de protegernos, a nosotros mismos y a nuestros familiares y contactos de este virus que se ha colado en nuestras vidas en primavera y que parece que no se va ni con los 40 grados a la sombra que ha habido en algunas ciudades este verano.

A la misma vez que cumple con su función protectora, sin embargo, nos esconde. Esconde nuestra sonrisa, a pesar de que nos empeñamos en seguir haciéndolo cuando nos hacen una foto y esconde, simplemente, nuestra expresión. Una expresión que quiere decir más que lo que dicen nuestras palabras.

Según el experto en comunicación no verbal, Albert Mehrabian, sólo el 7 % de lo que comunicamos lo hacemos con la palabra, el resto lo hacemos con la entonación de la voz, la postura de nuestro cuerpo, la expresión facial, la mirada o los gestos de las manos.

Es tan importante la comunicación no verbal que son muchos los personajes políticos que se forman en esto para transmitir lo que realmente quieren y que su cuerpo y gestos no les delate.

Tan importante es toda esa parte que no se dice que ya muchas personas están empezando a diseñar mascarillas transparentes que permitan encontrar la sonrisa y poder ver la cara de la persona interlocutora por completo y, sobre todo, facilite la vida a las personas con déficit auditivo.

Así que mientras estas mascarillas se popularizan o no – y mantenemos los dedos cruzados para que pase de largo la pandemia -, podemos intentar suplir el tropiezo de la mascarilla y la distancia de seguridad – otro escollo que no hay que infravalorar -, acentuando nuestras emociones de otra forma, poniendo el énfasis en la entonación, acompañándonos con las manos y evitando el uso de las gafas de sol para que la comunicación no se pierda y la pandemia no nos siga separando.

Lectura de verano: El hombre en busca de sentido

Lectura de verano: El hombre en busca de sentido

Nuestra sección Contando Granos de Arroz nació durante el confinamiento con el objetivo de poder poner sobre la mesa temas sobre los que reflexionar, tanto de salud mental, como de vida cotidiana en un momento en el que el segundero del reloj logró pararse.

Tras el fin del estado de alarma y la venida de esa nueva normalidad que no a todos gusta, por lo que conlleva y por su término en sí, decidimos mantenerlo, a pesar de no encontrar tanto tiempo para su actualización. El segundero se había vuelto a poner en marcha.

Son tiempos difíciles y convulsos. Si ya todo estaba cambiando velozmente, ahora nada se puede dar por supuesto. Llegan las vacaciones de verano, el reencuentro con la familia, los abrazos congelados y disfrutar de largas horas de tranquilidad mental. Porque eso es lo que muchas personas buscamos este agosto: abandonar la zozobra y respirar la paz mental.

En ese impasse, antes de volver a la nueva normalidad del asfalto, muchas personas vuelven a retomar la lectura que dejaron hace tres meses. Para ellas, desde el equipo de BRISA, recomendamos leer, para quien no lo haya hecho ya, “El hombre en busca de un sentido”, de Viktor Frankl, superviviente de campos de concentración en la II Guerra Mundial, de Auschwitz, entre otros.

Durante sus casi 200 páginas retrata desde un punto de vista psicológico la forma en la que las personas encaraban esa situación límite, límite física y emocionalmente. Y es tan límite que cada página es desgarradora, demostrando también, como nos decía Ángela Rodríguez, de UMAI Terapia, que el ser humano tiene una capacidad de adaptación enorme. Esta es mayor si tiene un propósito o, como recoge, en más de un pasaje, Frankl entrecomillando a Nietzsche: «Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo».

Por otro lado, ni qué decir tiene que algo tan atroz que ha sucedido hace tan poco tiempo nos ayuda a relativizar cualquier cosa que esté ocurriendo alrededor y nos hace sentir privilegiados.

Espero que os guste nuestra recomendación.

Feliz paz mental.

La nueva normalidad: la hora de cuidarse emocionalmente (si no lo hacías antes)

La nueva normalidad: la hora de cuidarse emocionalmente (si no lo hacías antes)

El primer día de verano también ha traído consigo la llegada de la nueva normalidad. ¿La diferencia con la antigua? Probablemente sea solo la mascarilla.

Las ciudades se vuelven a llenar de una vida que parece que ya no tiene la mirada de miedo ni incertidumbre, en los trenes y los aviones no cabe un alfiler– porque la distancia social parece que es solo para el pequeño comercio – , las estaciones y aeropuertos se llenan de abrazos prohibidos, de reencuentros y de lejos, en Mallorca, se escucha ya hablar alemán.

Además de retomar gradualmente la rutina que un día se tuvo, ya nada va a volver a ser como antes. Y es que para muchas personas estos tres meses han supuesto un terremoto en sus vidas y ahora llega la hora de recoger los pedazos que se rompieron y cuidarse emocionalmente para poder pegarlos, para mimarse y para vivir mejor dentro de nuestro cuerpo y nuestra mente.

Desde la Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos y Residentes (Anpir) alertaban hace unos días que las personas con problemas de salud mental podrían incrementarse en un 15 % y en un 20 %.

Estrés, ansiedad, agorafobia, trastornos del sueño, tristeza y desánimo… son algunos de los síntomas que quien más y quien menos ha sentido a lo largo de estos tres meses y que es posible que se alargue hasta septiembre que será cuando, de verdad, llegue la (nueva) normalidad.

La paciencia es una de las habilidades que la era posCOVID también va a reclamar y en ese sentido, para poder llevar bien el impacto que todo esta vorágine ha provocado, hace falta tener una visión abierta y optimista, no pretender querer retomar todo de golpe y continuar eligiendo ser siempre protagonistas de nuestras propias vidas.

Ya mucho antes del coronavirus y de muchas otras cosas, el filósofo Epicteto rezaba “no nos afecta lo que nos sucede sino lo que pensamos sobre lo que nos sucede”. Ahora toca afrontar lo que sucede, lo que nos sucede también como sociedad, y si no podemos hacerlo solos, con ayuda seguro que sí.

La resiliencia es la HABILIDAD en la era postCOVID

La resiliencia es la HABILIDAD en la era postCOVID

Recientemente ha salido publicado un estudio elaborado por el Grupo Mutua de Propietarios y el Consejo General de la Arquitectura Técnica de España (CGATE), bajo el título “La salud de tu hogar en tiempos de confinamiento” en el que se revela que el 74 % de las personas participantes consideran que se adaptado bastante bien o muy bien al confinamiento.

Esto muestra lo que Ángela Rodríguez, psicóloga general sanitaria y a la que entrevistamos, afirmaba: el ser humano tiene una gran capacidad de adaptación.

Si bien en este estudio entran variables como el número de personas que viven en el hogar o los metros cuadrados, seguramente podría ser extrapolable a otros ámbitos en los que se analizara esta capacidad de adaptación y, además, en positivo: la famosa resiliencia.

Esta, según los expertos, será la herramienta más útil con la que tendremos que contar a partir de ahora, junto a otras que la consultora Grow Talent Solutions resume en: paciencia, flexibilidad, creatividad, iniciativa, agilidad, (capacidad de) networking, (capacidad de) pedir ayuda, aprender y reaprender y liderazgo y autoliderazgo.

Porque, aunque la gran parte de España esté ya en fase 1 y camino de la fase 2, esto no significa que la nueva normalidad se pueda parecer a la normalidad que se tenía antes. Y, aunque pareciera que las personas son muelles y que vuelven a su estado original y olvidan, esta pandemia va a dejar un poso importante en la mayoría. Ya ha provocado un punto de inflexión y transformará la forma de relacionarnos y de interactuar en la ciudad.

La ONU, por su parte, ha hecho un llamamiento a cuidar la salud mental para frenar el malestar que embarga a muchas personas a partir de la incertidumbre y que puede desembocar en ansiedad, depresión o abuso del alcohol y acabar en suicidio.

No es una exageración, hay que estar alerta. Queda mucho camino por delante y hay que viajar con esas herramientas que nos serán útiles para afrontar los nuevos escenarios que se crearán en esa nueva normalidad que parece no acabar de llegar. Para cuando lo haga, tenemos que estar preparados y que nos encuentre justo donde queremos estar.

Sobre positividad tóxica y reivindicar nuestro estado de ánimo

Sobre positividad tóxica y reivindicar nuestro estado de ánimo

Las personas que aplauden y las que no. Las que hacen pan y las que desparramarían toda la harina y vaciarían los sobres de levadura Royal por el váter. Las personas que hacen ejercicio cada día y las que se tumban a ver las horas pasar y cómo crece la hierba fuera. La sociedad, también antes del confinamiento, estaba llena de distintas formas de vivir.

Y es que, en estos últimos días, el término positividad tóxica se ha empezado a escuchar y leer bastante. La representación gráfica podría estar en esa suerte de batalla entre Mr. Wonderful y Mr.Puterful, por ejemplo. La reivindicación de sentirse mal cuando uno mismo se siente mal, de hecho, ¿por qué no hacerlo?

Es cierto que desde que estallara el estado de alarma, han sido repetidos hasta la saciedad los múltiples consejos para sobrellevar la situación – también desde nuestro equipo hemos propuesto los nuestros -, las enseñanzas que esta experiencia trae a nuestro día a día y las oportunidades que se vislumbran a pesar de todo. La positividad se ha convertido en un refugio en el que cobijarse hasta que la vida, congelada, se pudiese retomar.

Pero este refugio, a la vez, se ha tornado incómodo para muchos. Todo es bueno en su justa medida y una sobredosis de positividad no se puede llevar muy lejos, por lo que pesa y por lo que frustra cuando no se consiguen los objetivos.

Investigando por la red se atribuye este término al psicólogo clínico Konstantin Lukin quien, curiosamente, aparece con una sonrisa de oreja a oreja en su web junto a su familia. Ironías aparte, no existe una receta absoluta de la felicidad y enmascarar los sentimientos detrás de consignas de arcoíris y piruletas, no sintiéndolo, solo provoca que la bola que nos persigue no deje de hacerlo y sea cada vez más grande.

No se trata de tener que elegir entonces entre Mr. Wonderful y Mr. Puterful, ni que los partidarios de unos quieran convencer a los partidarios del otro y viceversa. Se puede estar en los dos bandos sin ser un traidor, dependiendo de cómo nos encontremos. Y no pasa absolutamente nada. La pandemia sigue estando fuera.

La nueva normalidad irá en bicicleta

La nueva normalidad irá en bicicleta

El coronavirus ha puesto en jaque también al transporte público, el medio más eficiente para los desplazamientos. Después de todo el esfuerzo en poner en marcha acciones para fomentar la movilidad sostenible, tales como el carpooling o la intermodalidad, ahora todo esto se tambalea como un castillo de naipes porque, en cuanto llegue esa nueva normalidad, nadie va a querer ir en coche con otra persona con la que no conviva y nadie va a querer ir en transporte público si se puede evitar.

Y esto tiene sus consecuencias: más vehículos privados en las carreteras, más atascos, más emisiones, más contaminación y por ende, más partículas en suspensión, más enfermedades respiratorias y quizá otra vez un buen contexto para que el coronavirus y corra como la pólvora.  

Esto es no porque la contaminación sea la causa del coronavirus, sino porque es un contexto que lo impulsa, o al menos así revelaba un estudio de la Universidad de Harvard a principios de mes del que se hacían eco en El Independiente. En éste se explicaba que el aumento de un microgramo por metro cúbico de las partículas PM 2,5 se asociaba con un incremento del 15 % de la tasa de mortalidad por coronavirus.

Con todo esto, conviene repensar el modelo de movilidad y el modelo de ciudad, recuperando aún más espacios para poder fomentar la distancia social que antes no era necesaria, además de acudir a las ayudas del Plan Moves que le Gobierno pone en marcha para fomentar la compra del vehículo eléctrico.

Muchos ayuntamientos están ya preparando la ciudad para el postCOVID, como en el caso de Valencia que, si bien había pospuesto las obras de peatonalización de la plaza del Ayuntamiento por el estado de alarma, ahora lo retoma con una imagen integradora y, seguramente, habiendo ganado más adeptos, convenciendo a muchas de las personas que estaban en contra.

Y es que es probable que la nueva normalidad fomente también la nueva movilidad, un concepto del que ya se hablaba y que, seguramente, sufrirá algún cambio. Sin duda, la estrella de todo esto es la bicicleta. Las principales ciudades europeas y españolas ya están dejándose seducir, proyectando nuevos carriles para ellas porque es el único camino posible si se quiere continuar en la senda de la sostenibilidad y dar sentido a todos los esfuerzos realizados hasta ahora.

Salud mental: “Se habla poco de la interrelación que hay entre mente y cuerpo”

Salud mental: “Se habla poco de la interrelación que hay entre mente y cuerpo”

En el momento actual se está hablando mucho de salud, pero la mayoría de las veces está referida a la física. Pero, ¿qué hay de la salud mental? ¿Es menos importante? Tras hacernos esta pregunta y muchas más, decidimos elaborar una entrevista a una persona experta para que nos ayudara a entender mejor.

Ángela Rodríguez es psicóloga general sanitaria y actualmente ofrece terapia por videollamada a través del proyecto www.umaiterapia.com . Tiene una visión biopsicosocial de la salud y trabaja con dificultades relacionadas con la ansiedad, la depresión, gestión emocional, así como altas sensibilidades o problemas que se puedan ver reflejados en el cuerpo.

El confinamiento significa muchas cosas: falta de libertad, pero también que hay una pandemia fuera que impide que se puedan hacer las cosas con normalidad, ¿cómo nuestro cerebro puede digerir eso? ¿No es demasiado complejo?

Por un lado, el ser humano en general tiene una alta capacidad para adaptarse a cualquier circunstancia. Para ilustrar este hecho podemos observar otras realidades más duras como pueden ser guerras, los campos de concentración o situaciones actuales que pueden vivir los refugiados y cómo, a pesar de las situaciones extremas, se busca una forma de supervivencia en ellas. Si lo pensamos por un momento podemos tomar un poco de distancia y confiar en esta capacidad adaptativa.

Por otro lado, nuestro cerebro lo va a digerir según el tipo de interpretación que hagamos de la situación. Es decir, la situación objetiva es que hay una pandemia y durante un tiempo estamos en casa para evitar contagios y la saturación del sistema sanitario. Si pensamos que esto es horrible y que no lo podemos soportar, nuestras emociones y nuestro cuerpo van a reaccionar en consonancia. En cambio, si pensamos que al estar confinados estamos participando en que haya menos casos y nos enfocamos en todo lo que tenemos y lo que nos permite esta situación, estaremos dando otra información a nuestro cerebro y por ende nos sentiremos diferente.

Nuestro cuerpo y mente están preparados para situaciones de amenaza, la complejidad aparece cuando nos alejamos de confiar en ello y ponemos nuestra atención en pensamientos que transforman la realidad según nuestras preocupaciones.

Se habla mucho de salud física, ¿pero qué hay de la mental? ¿crees que se habla poco?

Mi opinión en este sentido es que creo que se habla poco de la interrelación que hay entre mente y cuerpo. En la sociedad actual se presta mucha atención a la salud física relacionándola sobre todo con ausencia de enfermedad y con el aspecto más estético de “tener buena apariencia”. Cada vez hay más conciencia de esto y se van viendo posturas más integradoras que no nos cortan en dos como si no tuviera nada que ver la una con el otro.

En cuanto a la salud mental, la tradición ha sido relacionarla únicamente con la locura, creando tabús y creencias sociales alejadas del verdadero propósito de la psicología. Esto tiene que ver mucho con la cultura porque, por ejemplo, en Argentina está totalmente normalizado que al igual que todo el mundo tiene su médico de cabecera también tiene su psicólogo. Como sociedad nos falta educación emocional y de gestión mental y esto se podría mejorar dando más espacio a la psicología en la salud.

En definitiva, pienso que la salud mental es fundamental por lo que habría que darle muchísima más importancia de la que se le da. Aun así creo que se está avanzando poco a poco y quizás esta situación sirva para normalizar y valorar más la psicología y a los profesionales que nos dedicamos a ella.

¿Cómo afecta la falta de sol a nuestro organismo y humor?

La luz solar está relacionada con la serotonina que es una de las hormonas relacionadas con nuestro estado de ánimo. Podemos observar esto con los cambios que se pueden producir según la estación en la que estemos. En cambio, hay muchos países que cuentan con menos luz solar que el nuestro y no significa que todos estén tristes. Hay muchos factores que influyen en el estado de ánimo de una persona.

Mi sugerencia es que abramos el foco y busquemos formas de adaptación que estén en nuestra mano. Respecto al sol, si contamos con un espacio al aire libre, utilizarlo para que nos dé directamente 20 minutos al día. También podemos aprovechar si en algún momento da en algún lugar de la casa, abrir la ventana y situarnos en esa habitación donde pueda sentirse. Otra opción es aprovechar las salidas a la compra para poner atención en ir por el camino soleado. Y sobre todo, darnos cuenta de que nuestro estado de ánimo no solo depende de una única variable, por lo que podemos centrarnos en utilizar las estrategias o los recursos que tengamos para regular nuestro humor.

Muchas personas comentan que no pueden dormir porque no están cansadas, ¿crees que esto puede desencadenar en un problema mayor? ¿Cómo podría evitarse?

En general las recomendaciones que se están haciendo en este campo son las de tener una rutina, hacer ejercicio físico en casa, llevar una alimentación saludable y contactar con nuestros seres queridos por videollamada. Muchas veces los problemas de sueño se pueden dar también por un exceso de preocupación y de activación mental y emocional. Algo que nos puede servir es introducir prácticas que nos ayuden a ir relajándonos antes de ir a dormir y evitar la sobreinformación.

Ahora bien, en este tipo de situaciones es muy importante poder consultar con un profesional. Cada persona tiene unas circunstancias únicas y no se puede dar una solución que sirva para todo el mundo. Al igual que cuando a uno le duele la barriga va al médico, en estos casos también habría que ir a un psicólogo o a un sanitario que pudiera valorar qué variables pueden estar afectando y cuál sería el tratamiento individualizado que le puede ir bien.

Creemos que todas las personas que trabajan fuera están sometidos a un fuerte nivel de estrés – de trabajo y emocional -. En este sentido, la profesión sanitaria es muy vocacional y, quizá, se les prepare para ello, pero, ¿Qué hay de otras actividades esenciales como supermercados, transporte, etc.? ¿Cómo pueden afrontar esta situación?

Esta pandemia es algo nuevo para todos, es una situación excepcional que no habíamos vivido nunca, por lo tanto no estamos preparados para ello y estamos aprendiendo sobre la marcha independientemente de nuestra profesión.

Respecto a la vocación que comentas no es un factor protector para el estrés. Como comentaba antes, hay poca psicoeducación en la sociedad. Ahora más que nunca se hace visible la necesidad de integrar la salud mental en todas las esferas para que así podamos conocernos más y contar con estrategias para la gestión emocional y mental.

En cuanto a cómo podemos afrontar la situación, nos puede ayudar poner la atención en lo que cada uno podemos aportar a nivel colectivo para gestionar esta realidad. Quizás esta crisis nos ayude a valorar cada profesión y como cada cual podemos aportar una parte importante.

Poniendo un ejemplo, normalmente comemos cada día de forma automática, muchas veces viendo la tele o sin apreciar ese momento. Ahora podemos reflexionar y darnos cuenta que para que nos podamos comer una tostada con tomate para desayunar hace falta el trabajo, el tiempo y el esfuerzo de muchas personas hasta que el alimento llega a tu mesa. Aumentar conciencia en esto nos aportará una mirada más agradecida y puede promover un consumo más responsable y más valor cuando una persona nos brinda un servicio con su trabajo.

¿En qué grado influye la comunicación que se está haciendo del COVID19 en la erosión del ánimo de las personas?

Cuanto más expuestos estemos a la información, más afectará a nuestro estado anímico. La sugerencia en este tema es evitar la sobreinformación ya que ésta alimenta la sensación de miedo y de falta de control y realmente no tiene un beneficio en nuestra salud. Cada medio lo estará exponiendo a su manera y somos las personas las responsables de decidir qué queremos consumir. Con que sepamos como máximo 3 veces al día lo que está pasando y no más de media hora ya sería suficiente.

¿Crees que quedarán secuelas psicológicas de esto?

Estamos viviendo una crisis fuerte y cada persona tiene su propia vivencia. Está claro que habrá aprendizajes, reflexiones y cambios en cada uno de nosotros. Nos encontramos con situaciones de duelo, de rupturas, de cambios de dinámicas. Es algo a lo que ahora mismo nos estamos adaptando como podemos con los recursos que contamos.

A partir de ahí, las consecuencias posibles a nivel de salud dependerán de las circunstancias y de las herramientas que se hayan tenido para afrontarlo. Se habla de colectivos más vulnerables que son los niños, adolescentes, personas mayores, sanitarios y personas que hayan tenido pérdidas. En este sentido sería muy beneficioso contar con especialistas para poder atender a quién lo pueda necesitar.

Lo positivo es que estamos viendo una gran motivación de la sociedad por participar y ayudar al colectivo, se están ofreciendo numerosas opciones para que cada uno podamos coger lo que creemos que nos puede ser beneficioso para gestionar las emociones que están surgiendo y en general esta situación.

Si no es aventurarse mucho, ¿qué medidas se podrían tomar desde la Administración para prevenir todas estas secuelas?

En relación a lo que decía anteriormente creo que es el momento de que hagamos cambios. Quizás uno de estos puede ser que se cree más espacio e importancia a la salud mental, para ello sería indispensable que se abrieran más plazas en la sanidad pública. El problema que tenemos es que actualmente existen muy pocos psicólogos y es muy difícil acceder a ellos, además de que como están colapsados el servicio que ofrecen es de una atención muy espaciada. Es por eso que muchas veces la única opción es ir a terapia privada y no todo el mundo puede permitírselo.

Asimismo pienso que sería muy positivo poder ofrecer terapia a las personas sanitarias que actualmente están sufriendo mucho estrés y que será necesario para que lo puedan gestionar una vez pase todo esto. Este servicio psicológico para los sanitarios creo que debería de ser algo continuado, no solo por esta pandemia. Dar más peso a los psicólogos reduce enfermedades, aumenta la calidad de vida y reduce costes públicos. Ojalá esta pandemia nos dé impulso para poner el foco en lo importante como es la salud, los cuidados, la sostenibilidad y se aumente la responsabilidad individual y colectiva en cuanto al bienestar común.